Convento de San Diego de Canedo

Su ubicación

Los conflictos que edificaron el monasterio

Un ejemplo de los enfrentamientos que forman parte de la nobleza gallega podemos encontrarlo en el antiguo convento de San Diego de Canedo, aunque su historia se remonta mucho más atrás en el tiempo.
Y es que mucho se habla de la presencia de la mítica y misteriosa Orden del Temple en las inmediaciones del Canedo. De hecho, se rumorea que el nombre original del lugar (San Miguel de Canedo) guardaba relación con las creencias religiosas de la orden de Caballeros del Temple. Fueron los templarios los que edificaron las primeras construcciones donde, más tarde, se alzaría el Convento de San Diego de Canedo.
Tras la caída en desgracia de la orden de caballeros templarios, el propio Pedro Madruga destruyó la edificación templaria y los terrenos fueron cedidos y repartidos entre la familia Soutomaior y la familia Sarmiento, las cuales se acabaron uniendo y levantaron un imponente Pazo a lo largo del siglo XIV.
No fue hasta el siglo XVIII cuando el pazo fue donado a la orden franciscana, con la condición de que se construyera una cripta familiar donde pudieran encontrar el descanso eterno los miembros de tan noble linaje. Y, pese a que los monjes finalmente no excavaran la cripta bajo el alta, nada les impidió reconvertir el pazo en el actual convento que puede visitarse hoy en día añadiendo, durante el proceso, un pequeño claustro.

Una visita en la actualidad al Convento de Canedo

Desde mediados del siglo XVIII hasta nuestros días, la orden franciscana ha habitado el convento. Salvo en el corto periodo histórico llamado la Desamortización de Mendizábal (1835), en la que el monasterio se expropió a la orden religiosa. Aunque más tarde volvieron a comprarlo y a rehabilitarlo, ya que, en esos años, el monasterio había sufrido un gran abandono.
Las huellas de su largo pasado aún son visibles hoy en día, ya que el escudo de la familia Sarmiento aún puede ser observado en la fachada de la iglesia. Además, se conserva la arquitectura barroca y neoclásica del siglo XVIII, así como la cruz de piedra que puedes encontrar en el interior.
Por último, no podrás de maravillarte con los fantásticos jardines que rodean al convento, cuidados con un trato exquisito para reforzar, más si cabe todavía, el fantástico entorno natural que se encuentra el visitante.