El mirador de San Antoniño

Desde tiempos antiguos el ser humano ha sentido el impulso de elevarse, de llevar sus pasos lo más alto posible. Quizás para estar más cerca del cielo, quizás buscando alejarse de la tierra, quizás buscando la sabiduría y la iluminación. Es difícil saberlo, sin embargo, esta costumbre está también muy ligada a la tradición de los montes de Galicia. Aunque quizás, esto sea debido a que nos vernos rodeados por tanta belleza que nos lleve a querer disfrutarla con unas vistas privilegiadas de la zona desde lo más alto.
Viajemos ahora a la comarca del Baixo Miño, hasta uno de esos municipios que tienen el honor de tener como patrimonio natural uno de esos lugares idílicos e irrepetibles: el Val Miñor. Hablamos, en concreto, de la localidad de Gondomar. Rodeada por una hermosa colección de montes verdes hacia el interior y acompañado de vistas a la ría de Baiona y al océano Atlántico. Sin duda se trata de un lugar especial: un clima único y agradable que te acompañará desde el primer momento que pones un pie en la zona. Son muchas las razones por las que cada vez más jóvenes deciden trasladar su residencia a los alrededores de Gondomar y vivir en la más absoluta tranquilidad.
Sin embargo, los ancianos montes pueden contar historias olvidadas hace tiempo. En contraste con las modernas casas que empiezan a poblarlos. Junto a los grandiosos pazos gallegos se pueden encontrar restos muy antiguos de culturas que vivieron aquí hace cientos y miles de años. Así que, parece que el gusto por subir los montes, sea por la razón que sea, se viene dando desde hace mucho tiempo.