El arte de injertar la vid

La importancia de los injertos en el cultivo de la vid

Un injerto es una forma de propagar una planta determinada por medio de la intervención humana consiguiendo así perpetuar una planta o variedad concreta sobre otra. En la viticultura los injertos están presentes ya en el momento de implantar un viñedo, puesto que las variedades de vid comercializadas por los viveros y certificadas están siempre injertadas sobre un patrón o portainjertos. Desde la invasión de filoxera que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX, las vides europeas tienen raíces de plantas americanas (los denominados portainjertos, patrones o pies) resistentes a esta plaga, mientras que la parte aérea, es decir, los brazos de madera, brotes, hojas y racimos son de las variedades europeas (las cepas) que se injertan sobre el patrón americano.

Pero en viticultura los injertos también se practican en viñedos ya implantados para renovar cepas envejecidas o dañadas. Así, las vides establecidas en un viñedo son candidatas a recibir un injerto generalmente cuando ya no son económicamente rentables. Por otro lado, la vid de la cual se va a obtener el vástago (el trozo que se va a injertar en otra planta) debe ser relativamente joven y estar completamente sana. También es importante seleccionar aquellos vástagos con buenas aptitudes para el injertado, algo que solo los ojos expertos saben apreciar. Por lo general los vástagos se recogen cuando las vides están en reposo invernal y, del mismo modo, los injertos se realizan hacia el final del periodo invernal, justo antes de que comience el lloro. Solo en algunos casos concretos se realizan injertos cuando las plantas están en crecimiento activo.

En esencia un injerto se consigue cortando un trozo de una planta o vástago (de la variedad que se desea propagar) para introducirlo en otra en la que se practica un corte. La clave está en que el cámbium vascular de ambas plantas entre en contacto y, de este modo, la savia empiece a circular entre ambas. El cámbium es una fina capa de células que se encuentra justo por debajo de la corteza de las plantas leñosas y que da origen a los tejidos vasculares (xilema y floema) responsables de transportar agua, minerales, azúcares y otros compuestos por toda la planta, asegurando su supervivencia. Es por ello que, para que un injerto tenga éxito, es fundamental conseguir que los cámbium de ambas plantas se fusionen. Para ello, además de practicar el injerto con conocimiento y maestría, es necesario que ambas plantas sean parecidas genéticamente. Se podría decir que un injerto es algo así como un “trasplante” en el Reino Vegetal.

Saber injertar no es una tarea tan sencilla como pueda parecer, y conseguir que los injertos sean viables requiere de mucha experiencia.

 

Tipos de injertos más comunes

Portainjertos
Portainjertos (o patrones) con la variedad injertada

Injerto en cuña, en hendidura o de tipo púa

Este es quizás el método más empleado en viticultura para renovar las cepas conservando el patrón, y es un tipo de injerto perfecto para vides que tienen un buen diámetro.

Lo primero que se hace es cortar la parte aérea de la vid dejando el patrón (con el tocón y las raíces). Se seleccionan dos vástagos a injertar y con una navaja se corta uno de sus extremos en forma de V, a modo de cuña. Después se practica un corte diametral en la parte superior del tocón y se inserta un vástago en cada lado haciendo coincidir el cámbium del patrón con el de los vástagos. La zona injertada se ata con rafia para asegurar el contacto.

Asimismo, sobre los injertos se coloca una bolsa de plástico amarrada con una cinta y dentro de ella se pone tierra fresca de modo que cubra toda la zona injertada con excepción de las yemas de los vástagos que van a brotar. La tierra contribuye a mantener las condiciones de humedad necesarias para que el injerto arraigue y sea exitoso.

El principio de los injertos en cuña es similar al de otros injertos que se realizan sobre patrones o portainjertos de menor diámetro y en los que se suelen emplear máquinas que practican el corte, como los injertos en omega.

Injerto sobre el patrón
Injerto

Injerto de corona o de corteza

En este caso el vástago de la vid a injertar se introduce debajo de la corteza del patrón. Para ello, al igual que en el caso anterior, se corta la parte aérea de la vid a renovar y se deja el patrón o portainjertos. En uno de los extremos de los vástagos para injertar se practica un corte con navaja a modo de semicuña, es decir, sólo en uno de los lados, dejando el otro con corteza.

Después se realizan cortes en la madera del portainjertos, de forma perpendicular al tocón, justo donde se van a introducir los vástagos asegurando que hay contacto entre los cámbium de ambas plantas (patrón y vástago). Una vez introducidos los vástagos, se amarra el injerto con rafia, se cubre toda la zona y se sellan los cortes con cera de injertar.

 

Injerto de yema

Este tipo de injerto es muy diferente a los anteriores y, en lugar de injertar un vástago se injerta una yema de la vid. Es también uno de los injertos más difíciles de practicar y requiere de manos expertas que conozcan bien el proceso.

Para realizar el injerto de yema no es necesario cortar la parte aérea de la vid al menos hasta estar seguros de que el injerto ha arraigado. El injerto de yema en T o de yema en escudo es el injerto de yema más utilizado en todos los frutales, y también en la vid. Las yemas que se van a injertar deben ser maduras y estar en periodo de latencia y, como es lógico, han de ser tomadas de plantas sanas.

Lo primero que se hace es retirar una hoja de la planta receptora, dejando solo el peciolo intacto, ya que servirá de sujeción del injerto. Justo encima se realiza un corte en la madera en forma de T y después se pela cuidadosamente la parte de atrás de la corteza formando el denominado “bolsillo de la yema”, y es que este pequeño hueco albergará la yema a injertar. Así, de la otra planta de interés se extrae una yema dejando solo un poco de madera a su alrededor y se desliza dentro del bolsillo con mucho cuidado. Al igual que en todos los injertos, se busca que el cámbium de la planta donadora y receptora entren en contacto directo. Finalmente se envuelve la zona del injerto con cinta dejando solo la yema expuesta.

Una vez que se comprueba el éxito del injerto, esto es, cuando la yema brota y se observa crecimiento, es cuando se procede a eliminar la parte aérea que quedó por encima de la zona injertada.

 

La labor de injertar no es tan sencilla como parece, y mucho menos obtener buenos injertos que salgan adelante. Incluso realizando los pasos con todo el rigor, muchos injertos no llegan a formar el “callo de unión” y fracasan.

Cada viticultor y viticultora tiene sus trucos para el injertado, los cuales han ido aprendiendo a lo largo de mucha práctica y experiencia. Lo cierto es que no es tarea sencilla conseguir que todos, o al menos la mayoría, de los injertos que se realizan arraiguen y sanen correctamente. Tanto es así que en viticultura hay una especial demanda de personas que sepan injertar bien y que obtengan buenos resultados, ya que solo ellas saben los trucos de esta complicada labor que casi se podría llamar arte.

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