La Torre de Hércules: el faro del fin del mundo

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Información sobre La Torre de Hércules: el faro del fin del mundo

Situada sobre un promontorio rocoso al norte de la ciudad de A Coruña, la Torre de Hércules es el símbolo de esta ciudad y de sus instituciones al menos desde finales de la Edad Media. La Torre de Hércules es protagonista de infinidad de leyendas gallegas, y también de otras historias que trascienden el ámbito gallego y pueden encontrarse en las sagas míticas de países como Irlanda. Es el faro más antiguo del mundo todavía en funcionamiento y, desde 2009, monumento declarado como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.

 

Cómo llegar

Llegar a la Torre de Hércules es sencillo: “todo hacia el oeste”. Una vez en A Coruña es necesario atravesar la ciudad por completo, pues el faro se sitúa al final de la ciudad, una vez superada la zona del Ensanche, donde se sitúa la importante calle de Juan Flórez, Linares Rivas o el mercado de la Plaza de Lugo; el istmo que conforman Los Cantones, la calle San Andrés y las playas de Riazor y Orzán; la Ciudad Vieja, incluyendo aquí la Plaza de María Pita, donde se encuentra el bonito Ayuntamiento de A Coruña; y el Barrio de Montealto, un barrio muy especial, lleno de vida.

 

Qué ver

El faro de la Torre de Hércules es de visita obligada para todo aquel que vaya a Coruña, ya sea por turismo o por negocios. Se puede visitar por dentro pagando un muy económico precio. Se entra por una portezuela de hierro, en el piso inferior de la base, donde se ven antiguas piedras de la Torre y el terreno donde se asienta. Subiendo por la intrincada e inclinada escalera interior que lleva hasta el faro propiamente dicho, se llega a una terraza desde donde se tienen unas de las mejores vistas de la ciudad, ya que se ve gran parte de la Ría de A Coruña, la entrada a la Ría de Sada, y la entrada a la Ría de Ferrol, el puerto exterior de Ferrol, el cabo Prioriño y, en días claros, las Islas Sisargas, hacia el Sur, y el cabo Prior, hacia el Norte.
La Torre de Hércules se encuentra en un promontorio situado en un pequeño cabo, rodeada por acantilados que caen a un mar bravío. Por la izquierda, mirando desde la Torre hacia el mar, la rada que lleva a la Playa de las Lapas, con vistas a la antigua Cárcel de A Coruña y a la Casa de los Peces, el acuario de A Coruña, protegido del mar por la gran roca llamada “El pié”. De frente, hacia la inmensidad del Océano Atlántico, la Rosa de los Vientos, y ya en el mar, las batidas rocas de “La Vaca” “El Buey” y “El Becerro”, dignas de ver en días de mar bravo, el cual las bate con gran violencia para, posteriormente, hallar su camino de entrada en la Furna dos Touciños, donde rompe con gran potencia. Por la derecha, otro acantilado que lleva al mar y a la roca “Las Galeras” y, cruzando una pequeña rada donde estuvo el barco Mar Egeo encallado durante años, Punta Herminia, donde se encuentra la famosa escultura de La Caracola y, más alejado, el conjunto de dólmenes y menhires.
También de obligado cumplimiento, es dar la vuelta a la toda la edificación de la Torre, pero esta vez por la parte de los acantilados, por el camino de tierra que la rodea. Toda la zona cuenta con un conjunto escultórico llamado “Parque escultórico de la Torre de Hércules”, donde destacan, además de la citada Caracola y los Dólmenes y Menhires, Hércules y la Nave de los Argonautas, el Rey Breogán, los Guardianes, el combate entre Hércules y Gerión y Caronte (una escultura del famoso Botero). Esculturas, éstas y otras, que hacen referencia a los mitos y leyendas que rodean a este magnífico monumento.

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Su ubicación

La Torre de Hércules: el faro del fin del mundo
Torre de Hércules
Coordenadas
Latitud:
43º 23' 9.45" N (43.385957)
Longitud:
8º 24' 23.38" W (-8.406495)

Lo que ofrece La Torre de Hércules: el faro del fin del mundo

Los orígenes romanos de la Torre de Hércules

Aunque su fecha exacta de construcción nos es desconocida, los orígenes de la Torre de Hércules se remontan a los tiempos del Imperio Romano. Es en aquellos tiempos cuando el tráfico marítimo derivado del comercio entre las costas mediterráneas y las del Atlántico norte, y muy seguramente la actividad militar asociada a la conquista de Britania, movieron a las autoridades romanas a emprender la erección de un faro de semejante entidad en los confines occidentales de Imperio.
La ausencia de fuentes históricas de la Edad Antigua referidas a la edificación de la Torre de Hércules y la ingente actividad constructiva de Trajano, emperador nacido en la antigua provincia de Hispania, llevaron a diferentes estudiosos a situar su construcción, hasta tiempos recientes, en el contexto del gobierno del citado emperador. Pero las últimas investigaciones y los datos obtenidos de las excavaciones arqueológicas realizadas al pie de la Torre a principios de los años 90 del siglo pasado, tienden a retrotraer sus orígenes unas cuantas décadas, situando su levantamiento a mediados del siglo I d.C. Probablemente durante el gobierno del emperador Claudio, aunque de esto no existe una certeza absoluta.
Sea como fuere, de lo que sí hay certeza es de los restos de esta primitiva construcción que han llegado a nuestros días y que comprenden la práctica totalidad del núcleo interior de la Torre. Una estructura de 34 metros de altura, de los 54 que componen la Torre de Hércules actual, de planta cuadrangular con una cruz inscrita en su interior que articula 4 estancias cuadradas de unos 3 metros de lado. Cuenta con sólidos muros de más de metro y medio de espesor fabricados con mampostería concertada en hiladas horizontales, el denominado “opus vittatum” romano. Puertas y ventanas realizadas con grandes sillares de granito –“opus quadratum”-. Una división en alzado de tres pisos de diferente altura que se encuentran separados por bóvedas realizadas con “opus caementicium”, el consistente hormigón inventado por los romanos. En la cima de la Torre se situaba la estancia que albergaba el sistema de iluminación del faro: una edificación de planta circular que se encontraba cubierta por una cúpula semiesférica y que sobrevivió, con pequeñas reformas, hasta la gran intervención dieciochesca que proporcionó a la Torre de Hércules su imagen actual.
Por lo que se refiere a su exterior, el aspecto de las fachadas romanas también nos es desconocido. El abandono durante siglos, el desplome de sus muros y el aprovechamiento de la piedra por los vecinos de la ciudad, hizo desaparecer rápidamente esta estructura, dejando a la vista el núcleo interno y unas rozas que ascendían en diagonal por sus cuatro caras. Dichas rozas no eran otra cosa que los restos de la primitiva rampa o escalera que permitía el acceso a la parte superior del faro.
Estaríamos, en cualquier caso, ante una obra monumental, ante una de las edificaciones más altas de todo el Imperio y, sin lugar a dudas, ante una magnífica muestra de la pericia y la sofisticación técnica alcanzada por los arquitectos e ingenieros romanos. Unos auténticos maestros en el arte de construir y de acometer empresas arquitectónicas inconcebibles hasta entonces por su complejidad. Una capacitación y un orgullo profesional que explicarían la existencia, en una peña situada a los pies de la Torre, de una inscripción latina. En dicha inscripción Gaio Sevio Lupo, arquitecto lusitano nacido en lo que es hoy la ciudad de Coimbra, dedica la obra al dios Marte y se revela como el más que probable autor de esta soberbia construcción.

 

La Edad Media. Ocaso material y nacimiento del mito

La caída del Imperio Romano, con la decadencia urbana que se va a producir a partir de ese momento y el consiguiente descenso de la actividad comercial por vía marítima y terrestre, supuso el inicio del declive de la Torre de Hércules como faro y el progresivo deterioro de su fábrica. No obstante, esto no implicó su total abandono. En diferentes momentos de la Edad Media se hace referencia a su uso como fortaleza y va a ser objeto de constantes disputas entre los monarcas castellanos, la mitra compostelana y diferentes miembros de la nobleza para hacerse con su propiedad.
Este ocaso medieval tiene, sin embargo, como contrapartida, la proliferación en dichos tiempos de un buen número de leyendas. Leyendas que asociaban la edificación de la Torre con diferentes personajes míticos y que, hoy en día, forman parte indisoluble de su patrimonio inmaterial.
Este es el caso de la más famosa de todas ellas, recogida por Alfonso X el Sabio en su “Estoria de Espanna”, redactada a finales del siglo XIII. Ésta atribuye su construcción al semidiós Hércules, quien tras vencer al gigante Gerión en el transcurso de uno de sus doce trabajos, enterraría la cabeza de su enemigo en un promontorio rocoso sobre el que mandó levantar una torre y fundar la ciudad de A Coruña para rememorar su gesta. Pero también la del rey celta Breogán, que aparece citada en el “Leabhar Ghabhala”, el “Libro de las invasiones” compilado en Irlanda en el siglo XI. En ella se narra la historia de este monarca, que habría ordenado la construcción de una torre en la ciudad de Brigantia, la A Coruña actual. Una torre de semejante altura que desde su cúspide se podían otear las verdes costas de Irlanda. Animados por esta visión, los hijos del caudillo emprendieron viaje hacia esas tierras ignotas, en las que acabaría perdiendo la vida, a manos de sus pobladores, Ith, uno de sus vástagos. Ith sería vengado finalmente por los descendientes de Breogán en una posterior incursión que tendría como resultado la conquista de Irlanda.

 

El renacer de la Torre en la Edad Moderna

Leyendas al margen, tras los años convulsos del medievo, la Edad Moderna se va a convertir en un momento clave para el renacimiento de la Torre de Hércules. En un primer momento, que se situaría en la década de los 30 del siglo XVI, con los primeros intentos de poner en servicio la Torre de Hércules después de siglos de abandono. Es cierto que, más que como faro, estas tentativas iban más bien encaminadas a su utilización como puesto de vigilancia ante potenciales ataques por mar, pero supusieron en todo caso un gran cambio de tendencia. Unas décadas más tarde, esta tendencia se verá confirmada con el dictamen de una serie de resoluciones por parte de las autoridades locales para frenar el expolio de piedra que venía produciéndose desde la Edad Media. Expolio que había llegado a hacer peligrar la subsistencia del monumento. Por último, a finales del siglo XVII, nos encontramos con el primer gran intento de devolver a la Torre su función original.
Este último hecho histórico tuvo gran trascendencia para el futuro de la Torre de Hércules porque supuso la realización de las primeras obras de cierta entidad desde su levantamiento. Dichas obras fueron auspiciadas por el entonces capitán general del Reino de Galicia, el duque de Uceda, quien en 1682 ordenó la construcción de una escalera interior de madera que facilitase el ascenso a su cúspide. Para ello hubo que perforar algunas de las bóvedas romanas que separaban los tres pisos de la Torre, y de un pequeño balcón en su lado norte para efectuar las tareas de vigilancia. Unas obras que fueron encomendadas al arquitecto coruñés Amaro Antúnez y que, a instancias de los cónsules de Flandes, Inglaterra y Holanda, fueron aprovechadas, dos años después, para acondicionar dos pequeñas torrecillas con sendos faroles en su interior, las cuales devolverían a la Torre de Hércules su primitiva función como faro de señalización marítima.
Pese a todo, la consistencia de estas intervenciones debió de ser bastante pobre, porque al poco de estar concluidas comenzarían a producirse quejas por su mal estado y por el deficiente funcionamiento de los fanales. Esta penosa situación, que motivaría infinidad de visitas de inspección, de proyectos de mejora frustrados y que se agravaría con la destrucción del único farol superviviente tras la caída de un rayo en 1769, acabaría dando lugar a la intervención más importante sobre el monumento desde los tiempos del Imperio Romano y la que le proporcionaría su aspecto exterior actual.
Así, en el contexto de la importante eclosión comercial vivida por la ciudad de A Coruña con otros puertos europeos y, sobre todo, americanos en la segunda mitad del siglo XVIII, y por iniciativa del Real Consulado Marítimo de A Coruña, en 1788 se pone sobre la mesa la necesidad de emprender ambiciosas obras de rehabilitación en la Torre de Hércules. Conseguida la autorización del rey Carlos III, el diseño y la ejecución de los trabajos se van a poner en manos del ingeniero de marina Eustaquio Giannini, que va a sustituir la ruinosa escalera interior de madera levantada 100 años antes por otra de piedra mucho más sólida y, lo que es más importante, va a plantear, en su cara exterior, el revestimiento de la estructura romana con un envoltorio neoclásico de piedra que respetaría la obra antigua, garantizaría su conservación y dotaría a la Torre de Hércules del aspecto externo que hoy puede disfrutar todo aquel que la visite. En su parte alta, la rotonda romana y los añadidos que se le fueron agregando con el paso del tiempo fueron demolidos y sustituidos por los dos cuerpos octogonales que conforman el actual coronamiento del faro. Además, será también en este momento cuando se levante la caseta de piedra que protege la inscripción romana situada a los pies de la Torre y cuando se planifique la plataforma hexadecagonal que le sirve de base, pero esta segunda obra aún tendría que esperar unos años para ser rematada.

 

La Torre de Hércules en la Edad Contemporánea

La gran intervención de Giannini se dio por concluida en 1790, ya bajo el reinado de Carlos IV, y desde entonces hasta hoy, las intervenciones sobre el monumento han sido mínimas y puntuales.
Algunas de ellas estuvieron encaminadas a mejorar su funcionamiento como faro, incorporando las últimas novedades en materia de fanales y sistemas de iluminación, otras afectaron a su entorno con el añadido de diversos edificios, hoy afortunadamente desaparecidos, destinados a albergar una escuela de fareros y, finalmente, en algún caso puntual nos encontramos con curiosas intervenciones que, a los ojos del espectador actual, podrían rozar lo cómico. Este podría ser el caso de la ejecutada durante la visita de Isabel II y su consorte en 1858, que implicó, entre otras pequeñas operaciones, el revestimiento de la fábrica romana con papeles estampados, alfombras y falsos techos de escayola para que la pareja real encontrase sus estancias interiores más acogedoras.
Sea como fuere, lo cierto es que, desde la intervención de Giannini hasta hoy, las actuaciones sobre la Torre de Hércules fueron de poca importancia y no modificaron considerablemente su estructura, siendo la última digna de mención la emprendida, ya con criterios actuales en lo que se refiere a conservación y restauración, entre 1992 y 1993. En ella se acometió la excavación arqueológica de sus cimientos, labor dirigida por el arqueólogo municipal José María Bello Diéguez y que proporcionaría interesantes conclusiones sobre los orígenes y la evolución del monumento, se acondicionaron dichas excavaciones para convertirlas en un espacio visitable, se procedió a la limpieza de sus paramentos interiores y exteriores, se sustituyeron las viejas puertas de acceso por otras de bronce realizadas por el famoso escultor Francisco Leiro y se renovaron las conducciones eléctricas, las canalizaciones de agua y la carpintería de las ventanas para dejar a la Torre de Hércules en perfecto estado de revista, para facilitar su visita por los millares de turistas que se acercan a ella cada año y, por supuesto, para intentar garantizar la conservación de este monumento único en su especie durante, al menos, otros dos mil años.

Ficha técnica de La Torre de Hércules: el faro del fin del mundo

Nombre Completo Torre de Hércules
Dirección Coruña - A Coruña
Email torredehercules.reservas@coruna.es
Teléfono +34 981 223 730

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