El estudio ampelográfico de la vid: tradición y modernidad
La ampelografía es una rama de la botánica (ciencia que estudia las plantas) que se centra en la identificación y clasificación de las diferentes variedades de vid. La palabra deriva del griego “ampelos” (ἄμπελος) que significa “vid” y del griego “grafos”(γράφος) que significa “escritura”.
La ampelografía como ciencia se desarrolló especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la plaga de filoxera arrasó una buena parte de los viñedos europeos y se hizo necesario identificar las diferentes variedades de vid que estaban siendo afectadas para poder recuperarlas.
Las diferentes variedades de vides para la vinificación (Vitis vinífera) poseen características muy particulares que permiten diferenciarlas unas de otras. Estas características diferenciadoras se encuentran principalmente en las hojas y en los racimos. Así, la ampelografía estudia de forma minuciosa los caracteres morfológicos de las hojas y racimos que hacen a cada variedad única. Algunos de estos caracteres son el tamaño y forma de los racimos y de las bayas, la disposición de los haces vasculares (o nervios) de las hojas, los senos laterales foliares, las características de los brotes y la forma y tamaño de las hojas.
Estas mediciones se realizan con todo detalle y se necesita medir un número considerable de ejemplares de una misma variedad para obtener datos representativos que permitan diferenciarla de otras variedades. Hoy en día se emplean equipos y softwares informáticos que permiten obtener mediciones muy precisas, así como cotejar una gran cantidad de datos.
Antes de que el desarrollo de la tecnología facilitara las mediciones y el manejo de los datos, los estudios ampelográficos se realizaban a mano, siendo necesario tomar muchas notas además de saber dibujar muy bien las hojas y los racimos, sin perder ni un solo detalle que pudiera resultar relevante. Es por ello que en sus orígenes la ampelografía era también considerada un arte. Pero durante la Segunda Guerra Mundial, el ampelógrafo Pierre Galet, que permanecía oculto de los nazis en la Universidad de Montpellier, desarrolló un criterio sistemático para la identificación de las vides que supuso un gran avance para esta ciencia. El conocido como sistema de Galet se basa en la forma y contorno de las hojas, las características de los brotes, los tipos de brotes, los pecíolos, el sexo de las flores, la forma de los racimos y el color, así como el color, tamaño y contenido de las semillas e incluso el sabor de las uvas. El impacto de sus estudios fue tal que Pierre Galet fue considerado el padre de la ampelografía moderna.
El desarrollo de la genética y los estudios de la huella de ADN, desarrollados a finales del siglo XX, permitieron una identificar las variedades de vid de una manera mucho más fiable y objetiva que mediante criterios morfológicos. La ampelografía genética o molecular se basa en la identificación y comparación de distintos marcadores genéticos que permiten determinar con exactitud las sinonimias y homonimias a escala global, y también a investigar el origen y las relaciones genéticas entre variedades.
Sin embargo, este hecho no exime de que en la actualidad se sigan empleando los métodos de la ampelografía tradicional o morfológica para identificar variedades de vid. De hecho, es el principal criterio empleado por los viticultores a la hora de reconocer variedades, y también en la ciencia la huella de ADN es un complemento a la ampelografía morfológica en combinación con los estudios genéticos.
Un ejemplo de la importancia que sigue teniendo la ampelografía morfológica en la ciencia actual lo tenemos en Galicia, con un original y sorprendente estudio basado en las representaciones de vides en los retablos barrocos de los edificios eclesiásticos. La idea y el proyecto fue llevado a cabo por la Doctora María del Carmen Martínez Rodríguez, científica investigadora y jefa del grupo “Viticultura, Olivo y Rosa” de la Misión Biolóxica de Galicia (MBG-CSIC). Sus estudios permitieron demostrar que variedades como el Albariño, la Loureira o el Brancellao se cultivaban en Galicia ya en el siglo XVII.