¿En qué se diferencia la sangría del tinto de verano?
Se acerca el verano y cada vez apetece más disfrutar de una bebida refrescante en la mejor compañía. Y es que, cuando llega el calor y el buen tiempo, las bebidas estivales más típicas de las tierras españolas, la sangría y el tinto de verano, inundan los bares y las terrazas a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Ambas bebidas son una mezcla diversa, dulce y que se toma bien fresquita, donde el vino tinto es protagonista. Esto es, precisamente, lo que el tinto de verano y la sangría tienen en común pero, ¿conoces las diferencias entre ambas?
Tinto de verano
El tinto de verano es, esencialmente, una sencilla mezcla de vino tinto con gaseosa a partes iguales, mucho hielo y una buena cantidad de rodajas de limón (aunque en algunos casos se prepara también sin limón). La gaseosa aporta un punto dulce y de gas que combina a la perfección con la acidez del limón. Aunque esta es la mezcla más recomendada hay quien prefiere prepararlo directamente con un refresco de limón, lo cual facilita la tarea, pero cuyo resultado no suele ser el preferido por la mayoría. También podemos encontrar tinto de verano embotellado y listo para consumir en la mayoría de supermercados.
El tinto de verano es una bebida de lo más refrescante y con un contenido en azúcar y alcohol algo menor que la sangría. Si decidimos prepararlo nosotros, las claves para que el resultado quede de 10 son, además de utilizar mucho hielo, elegir un vino tinto de calidad decente y con una acidez más bien baja, ya que el limón se encargará de aportar el punto ácido adecuado.
Se dice que esta bebida se originó en una venta de Córdoba, conocida como venta de Vargas, a principios del siglo XX. Aquí acudían guitarristas, cantaores, bailaores y muchos vecinos cordobeses que, en las cálidas tardes y noches del verano, se refrescaban con un vaso de vino tinto de la casa mezclado con gaseosa. La bebida pronto se popularizó y se empezó a decir “tomar un vargas” como sinónimo de tomar lo que hoy conocemos como tinto de verano.
Sangría
Como su propio nombre indica, la sangría tiene un color que recuerda al de la sangre, y siempre debe hacerse con vino tinto. Es cierto que existen mezclas similares que se hacen con vino blanco o espumoso, pero en este caso no serían una auténtica sangría.
La receta de la sangría es algo más compleja que la del tinto de verano, principalmente porque ésta lleva fruta que hay que cortar y dejar macerar antes de consumirla. Así, los ingredientes de la sangría son: vino tinto, trozos de fruta fresca al gusto, azúcar y gaseosa. Algunas variantes añaden también algún licor tipo coñac, brandy o similar. Dados sus ingredientes, la sangría tiene siempre más azúcar que el tinto de verano y generalmente también más alcohol.
El truco para que una sangría nos quede deliciosa es emplear un vino tinto de calidad decente, aunque tampoco es necesario que escojamos uno excepcional (en este caso lo adecuado sería degustar el vino solo) y, sobre todo, utilizar fruta fresca y de temporada. Podemos escoger las frutas que más nos gusten pero es recomendable que sean frescas (no en almíbar) y que no tengan mucha agua. Algunas de las más habituales son el melocotón, la nectarina, la manzana, el plátano y las pieles de cítricos.
Debemos macerar las frutas con el vino y el azúcar durante al menos dos horas en la nevera antes de consumir la sangría, solo así lograremos que la sangría sepa verdaderamente a fruta, que es de lo que se trata. Podemos añadir la gaseosa en el momento en que vayamos a consumir la sangría y en la proporción que más nos guste.
Lo habitual es servirla muy fría en una jarra, con los trozos de fruta incluidos, y una cuchara de palo dentro de la jarra que resulta útil para agitar la sangría, disolver el azúcar que se deposita en el fondo y servirla en los vasos evitando que caiga la fruta.