Nombres de variedades inspirados en la nobleza
Las variedades de vid de Galicia reciben nombres muy diferentes según la zona de producción. A lo largo de siglos de cultivo, en cada comarca gallega se le pusieron diferentes nombres a las vides, en ocasiones haciendo alusión a la forma de sus racimos, como el “Caíño Redondo”, el “Caíño Longo” o el “Moscatel de bago miúdo” (Moscatel de grano menudo). También haciendo alusión a la forma de la planta, como la “Pirixileira” o la “Silveiriña” (refiriéndose al perejil y a la zarza respectivamente); o a animales salvajes como la variedad “Raposo” (cuya traducción al castellano sería zorro).
A pesar de lo llamativo de estos nombres, en la mayoría de ocasiones no se conoce con exactitud su origen y, para hacer aún más complicada la situación, es muy común que una misma variedad reciba diferentes nombres según qué zona. Un ejemplo ilustrativo de las distintas toponimias de las variedades de vid de Galicia es la ya mencionada “Raposo” (nombre que recibe en la península del Barbanza), y que se llama “Branco Lexítimo” en Betanzos, “Branca do País” en el Valle del río Navia y “Albarín Branco” en otras zonas de Galicia.
En lugares como la Ribeira Sacra, donde las órdenes monásticas jugaron un papel decisivo en la expansión de la viticultura durante la Edad Media, un tiempo en el que los agricultores aportaban sus cultivos a los abades y señores de las tierras, la presencia de señores y señoras de alta cuna influyeron, también, en los nombres que se le daban a las variedades de vid. Variedades como la “Doña Mencía”, actualmente conocida como Mencía a secas, o “María Ordoña” y “Doña Blanca” (Dona Branca) inspiraron sus nombres, con toda probabilidad, en las mujeres de alta cuna que habitaban las casas señoriales de la época.
Curiosamente, la variedad “Dona Branca” recibe el nombre de “Moza Fresca” en otras zonas de Galicia. Y la “María Ordoña” de la Ribeira Sacra se denomina “Bastardo” en Monterrei, aunque en general es mucho más conocida por su otro nombre: “Brancellao”.
Estas variedades no solo llevan la nobleza en sus nombres, sino también en la finura y elegancia de los vinos que con ellas se elaboran. De sobra son conocidas las bondades de la Mencía de la Ribeira Sacra, especialmente las cultivadas en pendientes de orientación sur. Pero en los abruptos valles de los ríos Sil y Miño también se cultiva con gran éxito el “Bastardo” de noble cuna, también conocido como “Brancellao”, una variedad que a punto estuvo de caer en el olvido y que algunos elaboradores de Galicia están recuperando.
Recientemente, la prestigiosa guía de vinos The Wine Advocate, conocida por publicar las puntuaciones Parker, seleccionó una centena de referencias de todo el mundo bajo el lema “Los vinos que hoy descubrimos son los iconos del mañana”. Entre los 100 Mejores Descubrimientos de Vinos en 2020 se encuentran dos gallegos, uno de la variedad “Espadeiro” de Eulogio Pomares y otro de la variedad “Bastardo” de Fedellos de Couto. Este último vino, denominado “Bastarda”, está elaborado con uvas cultivadas en la Ribeira Sacra, en una producción limitada llevada a cabo por los enólogos Curro Bareño y Jesús Olivares. El reconocimiento internacional de estos vinos es un ejemplo más del enorme potencial vitivinícola de Galicia y de sus variedades de vid, tanto las mayoritarias como las minoritarias. ¿Acaso no resulta noble saber respetar la tradición?