El papel de los fenicios, griegos y romanos en la expansión de la viña y el vino por el Mediterráneo y Europa
El nacimiento del vino fue posible, como es natural, de la mano de la domesticación del cultivo de la Vitis silvestris para después dar lugar a la Vitis vinifera. Algo que tuvo que ocurrir cuando nuestros antepasados comenzaron a practicar la agricultura abandonando su anterior vida nómada, en el Neolítico.
De finales del Neolítico data el origen del vino, de acuerdo con los estudios científicos más recientes, situando la cuna del vino en la región natural del Cáucaso, concretamente en la actual Georgia, donde se elaboraba vino hace cerca de 8.000 años, entre el 6.000 y el 5.800 a.C. Así lo ha demostrado el análisis de pepitas y restos con ácidos del vino (tartárico, málico, cítrico y succínico) encontrados en jarras de la civilización Shulaveri-Shomu.
Los escritos más antiguos en referencia al vino datan del 2.500 a.C. y proceden de la antigua Mesopotamia, en las tierras entre el Tigris y el Éufrates, actual Irak y nordeste de Siria, donde sumerios y acadios desarrollaron la escritura cuneiforme. Entonces el vino recibía el mismo nombre que la viña, siendo denominado por los sumerios con el término Gesh-tin (que también significa madera-vida o árbol de la vida) y bajo el término Karânu por los acadios, palabra que derivó al hebreo Karam y al árabe Karima.
Desde el Cáucaso y la antigua Mesopotamia, el cultivo de la vid se extendió hacia el sur y el oeste de Asia, actuales Turquía oriental, Siria, Líbano, Jordania, Israel y Palestina. Desde aquí, fenicios y cananeos llevarían a cabo la primera gran expansión de la cultura vitivinícola por tierras mediterráneas.
Expansión por el Mediterráneo: los fenicios
Dada que la Vitis silvestris se distribuía de forma natural, según apuntan varios estudios, en Asia Central, Asia Occidental y en Europa, es muy posible que en estas zonas del mundo ya se cultivara la vid y posiblemente también se elaborara vino antes de la llegada de los fenicios. Algo que se hace aún más plausible debido a algunos hallazgos arqueológicos, principalmente semillas de uvas, fechadas en épocas anteriores a la llegada del pueblo comerciante. Así, el papel de los fenicios con respecto a la cultura vitivinícola fue el de difundir sus conocimientos de viticultura y de producción de vino, además de establecer importantes rutas comerciales, propiciando una mayor expansión del cultivo de la vid en todo el Mediterráneo y llegando a participar en la propagación de antiguas variedades de vid.
Los fenicios eran grandes viticultores y productores de vino. Planificaban los viñedos de acuerdo a las condiciones climáticas y topográficas de la zona, conociendo las mejores tierras para el crecimiento de la vid. También producían una variedad de vinos diferentes, desde los elaborados con uvas pasificadas (vinos naturalmente dulces) hasta algunos hechos con resina de pino que seguramente fueron el inicio de los actuales vinos Retsina de Grecia.
También se le atribuye a los fenicios la difusión del uso de las ánforas (también conocidas como jarras cananitas) para el transporte y almacenaje del vino. De estas ánforas se han encontrado un buen número de yacimientos en pecios, puertos y otros lugares de expansión fenicia, mostrando diferencias según la zona pero también varias similitudes. Presentaban dos asas y una base cónica en la cual se solía colocar un lastre para dar mayor estabilidad y estaban revestidas, en su cara interna, con resina para hacerlas impermeables. Generalmente se tapaban también con resina u otros materiales que impedían la entrada de aire protegiendo el vino del interior.
Entre el 1550 y el 300 a. C. los fenicios desarrollaron importantes rutas comerciales por mar que expandieron su influencia al norte de África (incluyendo el antiguo Egipto), las islas griegas, Sicilia y la península ibérica. En este sentido, los puertos semitas de Biblos, Tiro y Sidón jugaron un decisivo papel en esta expansión mediterránea de la cultura del vino.
Puesto que Egipto está situado fuera de la zona de crecimiento natural de la Vitis silvestris, se cree que la mayor parte del vino que se consumía procedía de otras regiones y era transportado, principalmente, por los fenicios, que se convirtió en uno de los primeros pueblos en llevar vino a Egipto. Parece ser que los egipcios practicaban el cultivo de sus propias vides solo en algunas zonas concretas, como los oasis al sur del delta del Nilo, donde se hallaban condiciones propicias para su crecimiento.
De importante relevancia fue el cultivo de la vid en la región de Canaán, situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, conocida también como el Creciente fértil. Desde aquí se produce una importante expansión vitivinícola hacia zonas costeras del norte del Mediterráneo, tanto por mar como por tierra, y especialmente en las costas del mar Egeo en plena civilización micénica, incluyendo Chipre, Creta, Rodas, el este de Turquía y la actual Grecia.
Así, los fenicios y sus descendientes del Imperio púnico (Cartago) influyeron de manera notable la cultura vitivinícola de los griegos y romanos que posteriormente la extenderían por toda Europa.
Expansión por el Mediterráneo y Europa: fenicios, griegos y romanos
Impulsado primero por los fenicios y más tarde por las ciudades griegas, el cultivo de la vid y el vino se expandió por todo el mar Mediterráneo.
La civilización micénica desarrolló importantes producciones de vino y a ella se le atribuye el origen de la palabra vino, que procede de wo-no, y que a su vez derivó en el nombre del dios griego del vino Diwonusos (Dionisio). Numerosos escritos atestiguan la importancia del vino en la antigua Grecia, y también su mitología, con Dionisio deificado como sembrador de la vid y conocedor del vino y sus placeres.
La expansión del cultivo de la vid en Grecia fue tal, que en el siglo VII a.C. se empezaron a reemplazar los cultivos de cereales por los de la viña, teniendo que importar el grano desde otras regiones. Los griegos desarrollaron especialmente la ordenación de las tierras de cultivo, los cuidados del suelo y la conducción en emparrado de las viñas.
El vino lo bebían rebajado con agua, y consideraban incultos y bárbaros a los pueblos que lo tomaban sin mezclar. El consumo de vino en la Grecia clásica se realizaba en reuniones de carácter social donde se trataban temas políticos y filosóficos. Una de las finalidades de rebajar el vino con agua era la de suavizar sus efectos embriagadores y también prolongar la duración de estas reuniones o festejos.
Las colonias fenicias y griegas que se establecieron por todo el Mediteráneo fueron claves en dicha expansión. Entre ellas cabe destacar la colonia viticultora que los griegos foceos establecieron en Massilia (Marsella) en el 600 a. C., llevando la producción de vino tierra adentro y también al noreste de la península ibérica. Por su parte, los fenicios y cartagineses colonizaron la Galia, así como buena parte de las costas e islas de la península ibérica. Griegos y fenicios también participaron en la expansión de la viticultura en la actual Italia, especialmente en la antigua Etruria (lugar donde se asentaban los etruscos) y también por medio de las colonias que los griegos establecieron en el sur de la península itálica.
Así, la expansión de la viticultura romana fue propiciada por la civilización etrusca ,que ocupaba el centro de Italia, y al parecer se empezó a desarrollar al final del reinado de Numo Pompilio, en el año 714 a.C. Sin embargo, sería en tiempos del posterior Imperio Romano cuando el vino se difundió con mayor intensidad por toda Europa, llegando a los países del mar Báltico, Alemania, Flandes, Normandía, Inglaterra, etc. Así, el Imperio Romano es considerado el impulsor decisivo de la expansión de la vitivinicultura en toda Europa.
La viticultura de la antigua Roma fue de gran esplendor, y los romanos dedicaron profundos estudios a su conocimiento, escribiendo libros que son auténticos tratados del cultivo de la vid. También grandes autores romanos como Virgilio, Plinio el Viejo y Columela se refirieron a la cultura del vino en sus obras.
El carácter festivo que los romanos asociaban al vino estaba representado en el dios Baco (asimilación del dios griego Dionisio). También heredaron de los griegos la forma de beber el vino, rebajado con agua, y preparado en una gran vasija o crátera.
Con la caída del Imperio Romano, la viticultura europea se ve muy afectada. Afortunadamente, en la Edad Media el vino vuelve a florecer, esta vez como un símbolo cristiano, y apoyado por la Iglesia que lo incorpora a los actos litúrgicos como elemento fundamental de la eucaristía y su transustancia en la sangre de Cristo.
De especial relevancia fue la influencia de las órdenes monásticas en la mejora del cultivo de la vid y su expansión en toda Europa. Monasterios que propiciaron el resurgir de la cultura vitivinícola en sus áreas de influencia y de los cuales en Galicia tenemos muchos ejemplos.
España fue pionera en la llegada de la viticultura al continente americano (el “nuevo mundo”) estableciendo dos focos principales de introducción: uno en Nueva España (en el actual México) en torno al año 1522, y otro en Perú entre los años 1547 y 1548. Posteriormente el cultivo de la vid se extendería a todas las regiones del continente donde las condiciones eran adecuadas para su crecimiento.