¿Qué es el vino de mesa?

¿Qué es un vino de mesa o “vino de España”?

Un vino de mesa es, en esencia, aquel que no está adscrito a ninguna Denominación de Origen (DO) ni Indicación Geográfica (IG). O dicho de otra manera más acorde a la normativa comunitaria, es un vino sin etiqueta VCPRD (Vino de Calidad Producido en una Región Determinada).

Así, hasta el año 2008, los reglamentos de la Unión Europea clasificaban los vinos en dos categorías: el vino de mesa y el vino de calidad. La normativa de etiquetado obligaba a identificar estos vinos con las palabras “vino de mesa” en la etiqueta y, además, estaba prohibido poner la añada y las variedades de uva con las que se había elaborado. Pero en los últimos años esta situación ha cambiado.

 

Etiquetado de los vinos sin Denominación de Origen ni Indicación Geográfica

Hoy en día, a partir del Reglamento (CE) nº 479/2008 del Consejo, de 29 de abril de 2008, por el que se establece la organización común del mercado vitivinícola, la situación ha cambiado un poco, especialmente en lo relativo a la distinción del vino de mesa y su etiquetado.

En dicho Reglamento se menciona que “La experiencia demuestra que no es a menudo oportuno establecer una diferenciación entre las normas de etiquetado según la categoría de los productos vinícolas. Por lo tanto, en principio las normas se deben aplicar a las diferentes categorías de vino, incluidos los productos importados, y deben permitir, en particular, la indicación de la variedad de uva de vinificación y de la cosecha en el caso de los vinos sin denominación de origen ni indicación geográfica, sin perjuicio de los requisitos y excepciones relativos a la veracidad de los datos del etiquetado y a las comprobaciones correspondientes así como al riesgo de confusión de los consumidores.”

Por un lado el vino de mesa ha pasado a llamarse simplemente “vino” y, en cuanto al etiquetado, se admite la indicación del año de cosecha, la variedad o variedades de uva utilizadas, así como emplear términos que se refieran a su método de elaboración. Igualmente se permite indicar el país de producción, como “vino de España” o “vino producido en España”. Eso sí, para poder poner en la etiqueta cualquiera de estas informaciones es necesario que una entidad de control independiente lo certifique previamente, una tarea cuyos costes y gestión correrá a cargo de la parte interesada, generalmente el productor del vino.

Asimismo el Real Decreto 1363/2011, de 7 de octubre, por el que se desarrolla la reglamentación comunitaria en materia de etiquetado, presentación e identificación de determinados productos vitivinícolas; recoge que serán las Comunidades Autónomas las encargadas de regular y poner en práctica los procedimiento de certificación, aprobación y control de los vinos producidos en su territorio. Este Real Decreto también estipula que los vinos sin DO ni IG podrán emplear los términos “vino varietal” completado con el nombre “España” y el nombre o nombres de la variedad o variedades de uva de vinificación que se hayan empleado en su elaboración.

 

¿Son los “vinos de mesa” de peor calidad?

La calidad entendida como la seguridad de un alimento para el consumidor, el rigor en los métodos de elaboración y el cumplimiento de las normas de higiene y prevención adecuadas, es la misma para un vino con o sin DO o IGP. La propia ley exige a todas las bodegas, o cualquier otra empresa de la industria alimentaria, independientemente de si están bajo una indicación geográfica o no, el cumplimiento de exhaustivas normas de seguridad e higiene, así como llevar un registro de todas las operaciones que se realizan (libro de bodega), además de un manual con el Análisis de los Peligros y Puntos de Control Crítico (APPCC) específico para cada bodega o industria concreta. Así que en términos de calidad de producción y seguridad alimentaria, cualquier bodega de España que cumpla la ley produce vinos de gran calidad.

Si entendemos la calidad de un vino como sus cualidades organolépticas, es decir, sus atributos de color, sabor, aromas y otras sensaciones, a priori tampoco tiene porqué ser mejor un vino con DO de otro que no la tiene. Ello dependerá de las variedades de uva empleadas, de la viticultura que se haya llevado a cabo, del estado de la vendimia, del método de elaboración en bodega… y también, claro está, de las preferencias y gustos de cada consumidor.

Lo que sí diferencia a un vino con DO o IGP de otro que no la tiene es que los primeros cumplen una serie de requisitos que están en los pliegos de condiciones estipulados por el consejo regulador, y que han pasado los controles analíticos (acidez, grado alcohólico, acidez volátil, azúcares, etc.) y el panel de cata que determina si un vino presenta las características organolépticas adecuadas para estar dentro de una denominación. Por ello, los consumidores que adquieren un vino de una DO dada encontrarán un producto que cumple una serie de normas contempladas en los pliegos de condiciones. Por el contrario, un vino sin DO ni IGP no ha de cumplir estas normas de forma obligatoria, aunque, como hemos visto en el apartado anterior, el nombre de las variedades y el origen del vino que aparezca en el etiquetado estará certificado por un órgano de control independiente.

 

Los vinos sin DO ni IGP de Galicia

En Galicia se producen vinos fuera de DO e IGP de estilos muy diferentes. Algunos son considerados mediocres y se venden en tiendas y supermercados a precios muy asequibles. Son vinos pensados para un consumo casero y diario, incluso para beber con gaseosa (como tanto gusta a muchos gallegos). Muestran un perfil sencillo pero no se pueden calificar de vinos “malos”, ya que no tienen defectos y están correctamente elaborados. Se podría decir que son vinos en los que de partida no se busca nada más allá que obtener un producto correcto.

Por el contrario, otros vinos gallegos fuera de DO e IGP buscan precisamente ir más allá en las elaboraciones y obtener perfiles en algunos casos novedosos (o experimentales) y en otros casos se busca una vuelta a los orígenes, es decir, emplear los métodos que utilizaban nuestros antepasados en las bodegas. Y no solo los métodos, también las variedades, como la Pedral, Espadeiro, Merenzao… y otras autóctonas que hasta hace poco no estaban reconocidas por ninguna DO gallega, pero que gracias al tesón de los viticultores y la tarea llevada a cabo por investigadores de la EVEGA y la Misión Biológica (CSIC) al demostrar su origen e incluirlas en el registro de variedades para la vinificación, se emplean cada vez más y los consejos reguladores han ido modificando sus pliegos de condiciones para incluir estas variedades autóctonas, que están profundamente ligadas al terruño ya que se han originado en él.

De lo que no cabe duda es que en Galicia tenemos vinos únicos, singulares y de gran calidad, tanto si están dentro o no de DO o IGP. El potencial vitivinícola gallego es enorme, algo que queda de manifiesto por la diversidad de vinos en las diferentes DOs e IGPs del territorio y por las elaboraciones novedosas y sin prejuicios de algunos vinos fuera de DO. Lo que es seguro es que en Galicia todavía queda mucho por descubrir.

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