El jabalí gallego

Porco bravo, xabaril o xabarín

El jabalí, más conocido en Galicia como xabaril, xabarín o porco bravo (Sus scrofa, L. 1758) es uno de los animales salvajes más comunes de los montes gallegos y uno de los más presentes y representativos de la cultura gallega. Tan odiado como querido, este animal es repudiado cuando destroza campos de cultivo para alimentarse, es cazado como trofeo o para degustar su excelente carne y en ocasiones, también, usado como imagen amigable de galleguismo en merchandising y en un popular programa infantil y juvenil de televisión la televisión de Galicia: el Xabarín Club.

El jabalí es considerado el antepasado a partir del cual evolucionó el actual cerdo doméstico (Sus domesticus o Sus scrofa domestica). Se encuentra ampliamente distribuido en Europa y Asia, y es que se trata de una especie originaria de Eurasia y algunas zonas del norte de África. Pero además ha sido lamentablemente introducido por el hombre en América y Oceanía donde se comporta como una especie invasora que daña los ecosistemas propios de estas zonas. Por este motivo el jabalí está incluido en la lista 100 de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo​ de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En Europa el jabalí es una especie cinegética común que no se encuentra en peligro ni amenazada.

Así, estos animales se adaptan a todo tipo de hábitats siempre que dispongan de una mínima cobertura vegetal y alimento. Pero si pueden elegir los jabalíes prefieren lugares con una vegetación alta para poder camuflarse y donde abunde el agua para beber, revolcarse en el lodo o el barro y regular su temperatura. Sus hábitats favoritos son los bosques caducifolios o mixtos, especialmente si abundan las malezas y matorrales, y también los bosques de encinas.

Es importante mencionar que no todos los jabalíes son iguales, y existen varias subespecies de las cuales en la Península Ibérica tenemos dos: una propia del sur y de menor tamaño (Sus scrofa baeticus) y otra propia del norte y de mayor tamaño (Sus scrofa castilianus). Esta última, lógicamente, es la que tenemos en Galicia.

 

Sobre el jabalí y su forma de vida

Colmillos del jabalí macho

Los ejemplares machos suelen alcanzar pesos de entre 70 y 90 kilos, aunque en ciertas ocasiones pueden llegar a los 150 kg, mientras que las hembras suelen pesar entre 45 y 65 kilogramos. Miden entre 110 y 160 centímetros de largo y 65-70 centímetros de alto.

Tanto machos como hembras destacan por su cuerpo robusto, su pelaje rígido y robusto que puede mostrar colores de una amplia gama desde el castaño oscuro al gris. Las crías o jabatos nacen con coloraciones más claras y unas características rayas longitudinales a lo largo del cuerpo, lo que les ha dado el nombre de rayones o listones. Estas rayas desaparecen durante los primeros meses de vida y su pelaje se oscurece, pasando del rojo bermejo al año de edad al marrón o gris oscuro en los ejemplares adultos.

Son animales rechonchos, de patas cortas y cuello corto. A diferencia del cerdo doméstico, los jabalíes tienen las patas delanteras más largas que las traseras. La selección realizada por el hombre ha fomentado la reproducción de cerdos con un mayor desarrollo de la parte posterior de su cuerpo, donde se localizan las piezas que alcanzan más valor en el mercado de las carnes.

En los machos la mandíbula superior está provista de dos grandes caninos encorvados hacia arriba y que sobresalen fuera de la boca. Unos caninos que son valorados como trofeo de caza.

Los jabalíes tienen muy mala vista, pero la compensan con un importante desarrollo del olfato que les permite detectar alimentos como trufas, bellotas, setas, raíces, caracoles, vegetales y animales bajo tierra, e incluso a enemigos a más de 100 metros de distancia. También tienen un excelente sentido del oído y pueden captar sonidos imperceptibles para el ser humano.

Hembra de jabalí con crías

Los jabalíes son animales muy sociables y poco territoriales que se desplazan en grupos matriarcales, donde la hembra (jabalina) de mayor edad y tamaño es la dominante. Generalmente son grupos pequeños de tres a cinco ejemplares formados por hembras y sus crías, mientras que los machos jóvenes de en torno a un año de edad viven en la periferia de estos grupos. Los machos adultos son solitarios y únicamente se acercan a los grupos de hembras en la época de reproducción, que abarca los meses de noviembre a enero. Por su parte, los machos más viejos suelen ir acompañados por otro macho más joven conocido como “el escudero”.

Estos animales son más activos durante la noche, cuando salen a buscar comida y pueden recorrer distancias de entre 2 y 14 kilómetros. Generalmente utilizan siempre las mismas zonas de paso, formando los “pasos de jabalíes” que quedan marcados en el suelo y la maleza.

Jabalíes bañándose en el barro

Les encanta darse baños de barro que les ayudan a luchar contra los parásitos y a refrescarse en verano (los jabalíes carecen de glándulas sudoríparas funcionales). Pero además se tiene constancia de que los machos emplean estos baños en el barro para dejar su olor impregnado y aumentar la posibilidad de atraer a una hembra. Incluso se cree que algunos jabalíes podrían empaparse en barro para que los perros que los siguen en una cacería pierdan el rastro.

 

El “porcoril”

Desde hace unos años se habla en los medios de comunicación del “porcoril”, un híbrido fruto del cruzamiento de un jabalí y un cerdo vietnamita. Estos últimos se pusieron de moda como mascotas pero, al ver el gran tamaño que pueden alcanzar, muchas “personas” los abandonaron en los montes. Los cerdos vietnamitas han demostrado capacidad para adaptarse a las condiciones de Galicia, llegando incluso a reproducirse con ejemplares de jabalí y teniendo descendencia, el llamado porcoril, que muestra un aspecto más semejante al del jabalí pero con la forma del cuerpo más similar al cerdo vietnamita (más ancho y rechoncho).

Los porcoriles comenzaron a detectarse en Galicia en el año 2015 y son una importante amenaza ecológica que hace peligrar las especies autóctonas, no sólo al jabalí por competencia directa e hibridación genética, sino también a todas las demás especies que dependen de él para su supervivencia. Además, el porcoril es capaz de atravesar cercados y vallas que el jabalí no puede, con el consecuente incremento de la amenaza a los cultivos y terrenos agrícolas.

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