La influencia del Camino de Santiago en el cultivo de la vid y producción de vino en Galicia
El origen del Camino de Santiago se remonta a principios del siglo IX, cuando tras el supuesto descubrimiento del sepulcro de Santiago Apóstol miles de cristianos de toda Europa comenzaron a visitar lo que hoy es Santiago de Compostela para mostrar su devoción. Así se originaron las rutas del Camino de Santiago que convirtieron a la actual capital gallega en uno de los principales centros de peregrinación de la cristiandad junto a Jerusalén y Roma.
Más allá de su trascendencia en la religión y el cristianismo, el Camino de Santiago ha sido (y continúa siendo) una vía de comunicación e intercambio cultural y comercial que ha influido de manera notable el desarrollo de la Comunidad gallega. Esto ha sido, si cabe, aún más determinante durante toda la Edad Media, mucho antes de la llegada de medios de transporte mecanizados y mucho menos de la tecnología. Este intercambio era debido a la llegada de miles de peregrinos procedentes de todos los puntos de la geografía que marchaban durante meses hasta Santiago y que después volvían sobre sus pasos a sus hogares, llevando consigo vivencias y objetos que transmitían a sus allegados y vecinos. Pero también un intercambio de monjes y religiosos de diferentes Órdenes eclesiásticas, así como personas ilustradas y con un mayor acceso a la cultura que la de la mayoría de la gente de la época. Todo ello ha influido en la historia de Galicia y, como no, también en el vino, la bebida fundamental de los oficios religiosos.
En cuanto al vino y el cultivo de la vid se refiere, el Camino de Santiago tuvo una influencia muy significativa no solo en Galicia, sino en todas las regiones vitícolas del Camino Francés, tales como Aragón, Navarra, la Rioja, la Ribera de Duero, Castilla y León o el Bierzo. Sin embargo, un hecho trascendental ha marcado de forma definitiva la viticultura y los vinos gallegos, y es la abundante construcción de monasterios que tuvo lugar en la Edad Media y la llegada de monjes que trajeron consigo conocimientos en el cultivo de la vid y en la elaboración de vinos.
Así, en la Edad Media los monasterios de Galicia que más influyeron en la vitivinicultura dominaban numerosas tierras del cultivo en zonas como la Ribeira Sacra, el Ribeiro o las Rías Baixas, y especialmente en los lugares en torno al Camino de Santiago, donde se situaban la mayoría de construcciones religiosas.
Sin embargo, no hay que olvidar que el cultivo de la vid y la elaboración de vino en Galicia se remonta, al menos, a la época de los romanos, hace unos 2000 años. Así lo demuestra la existencia de numerosos lagares rupestres y los estudios científicos (como la datación por carbono 14) que los reconocidos profesionales y embajadores del vino gallego Luis y Alejandro Paadín recogen en el libro “Las piedras que hacían vino”.

Al monacato de la Orden benedictina del Císter principalmente se le atribuye un papel fundamental en la expansión y optimización del cultivo de la vid en Galicia, y posiblemente también la introducción de algunas variedades foráneas, aunque no hay estudios que demuestren de forma clara esto último. Sí es cierto que estudios genéticos de las variedades de vid han demostrado que en Galicia tenemos variedades comunes con las de viñedos franceses, tales como la Tinta da Zorra (Petit Bouschet en francés), Gran Negro (Gran Noir de la Calmet), Garnacha Tintoreira (Alicante Henri Bouschet) y Agudelo (Chenin Blanc). Pero no se sabe si las de Galicia provienen de Francia o si ocurrió al revés. En cualquier caso, además de las variedades comunes con Francia, en Galicia tenemos muchas otras variedades autóctonas que no tienen relación genética con las de ningún otro lugar.
Los monasterios poseían las tierras y los fueros, regulaban su producción y cultivo y determinaban de qué manera se cuidaban y cultivaban las vides. Pero además cogían a los peregrinos que caminaban a Santiago ofreciéndoles sustento y vino, el cual era parte fundamental de la dieta y entendido como un alimento más. Esta hospitalidad no era exclusiva de los monásticos, y en realidad los hogares gallegos también acogían y ofrecían vino a los peregrinos. Así, durante siglos hubo una relación directa, importante y muy rica entre vino y el Camino de Santiago.

Tanto es así que en la alta Edad Media la demanda de vino no dejaba de crecer, tanto para su uso como alimento como para los actos litúrgicos, propiciando la expansión del cultivo de la vid incluso a zonas en las que nunca antes hubiera viñedos, como Betanzos, que es la zona vitícola más septentrional de Galicia.
Además de la expansión del cultivo de la vid en Galicia, el Camino de Santiago supuso una puerta a la comercialización del vino gallego más allá de nuestras fronteras. En los siglos XIV y XV existía una importante exportación de vinos del Ribeiro a Inglaterra, donde era muy apreciado. Esta relación comercial surgió con motivo de la Guerra de los 100 años, que impedía a los ingleses tener acceso a los vinos de Burdeos, con los que exploraron otras posibilidades y encontraron en Galicia un producto acorde a sus demandas.
Pero además, el Camino también trajo vinos de otros lugares del mundo a Galicia, especialmente a la capital y núcleo de las peregrinaciones, Santiago de Compostela, donde se podían encontrar caldos de varias regiones de España y del mundo ya en la Edad Media.